La represión de los sentimientos nace temprano. De esta forma muchos niños manifiestan hostilidad y rebeldía como consecuencia del refreno que suponen sus impulsos vitales. Por ejemplo, en la educación se enseña al niño a experimentar sentimientos que no son suyos (a sentir simpatía hacia la gente, a mostrarse amistoso con todos sin excepciones), etc… En cuanto se comienza a educar en las instituciones el pensamiento original es desaprobado y se busca llegar la cabeza a la gente con pensamientos preparados. Un reflejo de esto puede ser el no tomar a los niños en serio como hace la sociedad. Además se crea una tergiversación del mundo hacia el niño para ocultar hechos por distintos motivos (sexo, disputas,…). Después de esta época lo que no ha conseguido la educación lo intenta la presión social que margina al que no se adapta a sus expectativas.
Otra faceta de la represión de los sentimientos es el hecho de que la sociedad desapruebe las emociones. Habitualmente el que muestra emociones en público es tildado de desequilibrado o débil, pero en cambio el cine ofrece a millones de personas un medio “autorizado” para mostrar sus emociones de una forma bastarda. Un persona que se siente muy desgraciada puede ir al cine y llorar compungidamente pensando que llora por lo que ve en la película, cuando en realidad llora porque ha encontrado una válvula de desahogo a las miserias de su vida. Incluso muchos psiquiatras establecen estereotipos de “lo infantil”, “lo neurótico”,... para denunciar rasgos que se separan de lo que está asumido como “individuo normal”.
Un ejemplo de cómo se reprime a un niño podría ser el caso de una niña de cinco años. Ella puede sentir que lo que dice su madre sobre la amistad y lo que ella hace es distinto, pero como depende de la madre la niña tenderá a perder su capacidad crítica porque está presionada para asumir lo que la madre dice. De otra forma se expone a entrar en serios peligros. Así asumirá que su madre y sus amistades son felices de esa manera.
Otro elemento que sirve al sistema para mantener “bajo control” a los individuos es la creencia generalizada de que sabiendo más hechos se puede llegar a un mejor conocimiento de la realidad. Así se suministran infinidad de hechos aislados que crean una falsa ilusión de conocimiento. Luego se cita que la verdad es algo subjetivo que depende de gustos o que la verdad sólo es cognoscible por expertos (que supuestamente nos deben de guiar) y no por el común de los mortales, cuando lo que realmente ocurre es que hay grupos de interés favorecidos por el ocultamiento de la verdad que son beneficiados aturdiendo a la gente con “conocimiento ilusorio” o simplemente negándoselo. El resultado es que perdemos la motivación por el mundo.
A estas alturas la gente se encuentra tan confundida que desconoce cuáles son sus verdaderos deseos e interpretan los deseos socialmente admitidos como suyos (tener dinero, fama, etc…). Así se obtiene cierto grado de seguridad y nos engañamos a nosotros mismos sobre nuestra propia identidad. Tendemos a asumir que nuestros pensamientos son nuestros cuando en realidad nos vienen dados desde fuera y llegamos a internalizarlos de tal modo que olvidamos que realmente no nos pertenecen. Así ocurre, por ejemplo, con los juicios estéticos. Admitimos una obra de arte consagrada como bella porque así está establecido y no lo hacemos porque hayamos percibido la belleza en esa creación. También puede suceder si vemos un paisaje conocido que nos sea agradable por la evocación de las fotos y no porque nos emocione de por sí. Este problema para reconocer los deseos propios está relacionado con el problema de la libertad y la autoridad anteriormente mencionado.
Otra faceta de la represión de los sentimientos es el hecho de que la sociedad desapruebe las emociones. Habitualmente el que muestra emociones en público es tildado de desequilibrado o débil, pero en cambio el cine ofrece a millones de personas un medio “autorizado” para mostrar sus emociones de una forma bastarda. Un persona que se siente muy desgraciada puede ir al cine y llorar compungidamente pensando que llora por lo que ve en la película, cuando en realidad llora porque ha encontrado una válvula de desahogo a las miserias de su vida. Incluso muchos psiquiatras establecen estereotipos de “lo infantil”, “lo neurótico”,... para denunciar rasgos que se separan de lo que está asumido como “individuo normal”.
Un ejemplo de cómo se reprime a un niño podría ser el caso de una niña de cinco años. Ella puede sentir que lo que dice su madre sobre la amistad y lo que ella hace es distinto, pero como depende de la madre la niña tenderá a perder su capacidad crítica porque está presionada para asumir lo que la madre dice. De otra forma se expone a entrar en serios peligros. Así asumirá que su madre y sus amistades son felices de esa manera.
Otro elemento que sirve al sistema para mantener “bajo control” a los individuos es la creencia generalizada de que sabiendo más hechos se puede llegar a un mejor conocimiento de la realidad. Así se suministran infinidad de hechos aislados que crean una falsa ilusión de conocimiento. Luego se cita que la verdad es algo subjetivo que depende de gustos o que la verdad sólo es cognoscible por expertos (que supuestamente nos deben de guiar) y no por el común de los mortales, cuando lo que realmente ocurre es que hay grupos de interés favorecidos por el ocultamiento de la verdad que son beneficiados aturdiendo a la gente con “conocimiento ilusorio” o simplemente negándoselo. El resultado es que perdemos la motivación por el mundo.
A estas alturas la gente se encuentra tan confundida que desconoce cuáles son sus verdaderos deseos e interpretan los deseos socialmente admitidos como suyos (tener dinero, fama, etc…). Así se obtiene cierto grado de seguridad y nos engañamos a nosotros mismos sobre nuestra propia identidad. Tendemos a asumir que nuestros pensamientos son nuestros cuando en realidad nos vienen dados desde fuera y llegamos a internalizarlos de tal modo que olvidamos que realmente no nos pertenecen. Así ocurre, por ejemplo, con los juicios estéticos. Admitimos una obra de arte consagrada como bella porque así está establecido y no lo hacemos porque hayamos percibido la belleza en esa creación. También puede suceder si vemos un paisaje conocido que nos sea agradable por la evocación de las fotos y no porque nos emocione de por sí. Este problema para reconocer los deseos propios está relacionado con el problema de la libertad y la autoridad anteriormente mencionado.
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