No deja de ser curioso que tantas veces la forma de comunicarse entre las personas sea a través de lo que el propio Sabato denomina con el término “interlocutor mudo”, si bien él se centra en la personas quizás esto se podría aplicar a las representaciones artísticas. Una forma de comunicarse que no se puede dar de otro modo porque no hay otra forma de representarla. En “El túnel” este nexo se encuentra en una pequeña ventana en un extremo de un cuadro que una sola persona supo comprender, en buena parte porque estaba destinada a ella. “Con excepción de una sola persona, nadie pareció comprender que esa escena constituía algo esencial. Fue el día de la inauguración. Una muchacha desconocida estuvo mucho tiempo delante de mi cuadro sin dar importancia, en apariencia, a la gran mujer en primer plano, la mujer que miraba jugar al niño. En cambio, miró fijamente la escena de la ventana y mientras lo hacía tuve la seguridad de que estaba aislada del mundo entero; no vio ni oyó a la gente que pasaba o se detenía frente a mi tela.”. El propio Castel describe su pintura hasta ese instante: “Podría decirse que toda mi obra anterior es más superficial.”. La escena de la ventana había nacido inconscientemente: “ahora me daba cuenta hasta qué punto había pintado la escena de la ventana como un sonámbulo.” y desde el inconsciente consiguió superar las barreras de la razón para sacar algo puro. Sabato contrapone esto a lo que él llama repetidamente construcción “arquitecturada”: “como dicen los críticos en su insoportable dialecto, era sólido, estaba bien arquitecturado. Tenía, en fin, los atributos que esos charlatanes encontraban siempre en mis telas, incluyendo cierta cosa profundamente intelectual”.
Esta sería la parte de la razón que no le es suficiente a Castel, ya que más adelante ese subconsciente desborda la tranquilidad que la razón y el orden habían instalado: “¿Cuántos de esos imbéciles habían adivinado que debajo de mis arquitecturas y de "la cosa intelectual" había un volcán pronto a estallar?”. No hay que olvidar que Sabato tuvo su propio punto de escape en el mundo de la ciencia, que según el mismo ha reconocido repetidamente era para él un lugar “limpio” que le permitía olvidarse de sus “demonios internos”. Un lugar donde todos los números discurrían ordenadamente en un cosmos con un sentido propio, hasta que el propio Sabato tomó conciencia de que debía afrontar lo que realmente era y lanzarse al “vacio” de la escritura. Un lugar en el que no sabía cual sería su siguiente paso, o si incluso podría llegar a darlo.
En ese momento que Castel observa a María prestar atención a la escena de la ventana todo cambia para él. “Durante los meses que siguieron, sólo pensé en ella, en la posibilidad de volver a verla. Y, en cierto modo, sólo pinté para ella. Fue como si la pequeña escena de la ventana empezara a crecer y a invadir toda la tela y toda mi obra.”. Este nuevo estadio es el que lo alejará definitivamente de su anterior vida hasta afrontar lo que realmente es, y afrontar lo que es significa ir hacia María. Aunque esta última cita es muy significativa en cada palabra lo que más me interesa es la parte de “sólo pinté para ella” porque significa mucho. Si el odio es ir en contra de algo, su opuesto que es el amor es ir a favor de algo y no hay forma más intensa de hacerlo que desde aquí. Aquí me vuelve a la cabeza la descripción de Stendhal del amor (ya comentada en: Stendhal y la teoría de la cristalización en el amor) con una de sus características, la de que el centro de atención pasa exclusivamente hacia el objeto amado, dejando el resto del universo como irrelevante. Una ejemplificación muy conocida de todo este proceso se ve claramente en la época del album “Layla” de Eric Clapton. Escuchando sus discos se ve la “transformación” de su forma de tocar. No sólo por la mayor producción creativa, con canciones extendidas en interminables solos, sino sobre todo por la mayor profundidad que su forma de tocar había alcanzado por aquella época.
Después de llegar a este punto Catel ya no va a sentirse vivo simplemente desde su trabajo, ahora ya necesita llegar a su otro yo.” -¿Entonces la recuerda? Se quedó un momento sin hablar, mirando al suelo. Luego dijo con lentitud: -La recuerdo constantemente.”[…] “-Lo importante, lo verdaderamente importante, era que recordaba la escena de la ventana: "La recordaba constantemente." Estaba contento, me hallaba capaz de grandes cosas”. Unos tenues momentos en los que el mundo tiene sentido para Castel, la práctica totalidad del resto de la novela es una lucha por superar el absurdo o es el mismo reconocimiento del fracaso por poder superarlo. Aquí, como en otras novelas suyas, el asesinato es la única solución final. La aniquilación.
Después de todo ¿qué es la escena de la ventana? ¿qué significa?. Cuando se hace una operación matemática todo es claro e irrefutable. Con nexos como la escena de la ventana las confirmaciones vienen de lugares más profundos del inconsciente. Castel también siente la necesidad de confirmar si su trabajo es verdadero o fruto de vanas ilusiones. Nada mejor que confirmarlo con María, que además de encontrar un juez veraz le permite ver lo que une a ambos. “—¿Y usted cree que esa escena es verdadera? —pregunté. Casi con dureza, afirmó: —Claro que es verdadera.”. Quedan así los cabos atados.
Desde esta prueba inicial en la que María se postula como la reconocedora de la escena seguirá siendo la mujer de la ventanita durante la mayor parte de la novela. Las indagaciones de Castel irán en aumento desde este comienzo hasta llegar a los extremos más absurdos de razonamientos paranoicos motivados por el propio carácter de Castel y por las actitudes equívocas que tiene María hacia él. Finalmente sus investigaciones le terminan por llevar a un plano en el que María ya no es la mujer de la ventanita o peor incluso podría serlo pero esa mujer no es la imagen pura que tenía en la cabeza. Las alcantarillas son unas imágenes recurrentes en varias novelas de Sabato. Las alcantarillas están siempre debajo de nosotros llevando toda la podredumbre de lo que somos y además tienen como cualidad la de estar ramificadas en muchos hilos laberínticos que las unen en su podredumbre. Castel lo comprende cuando en su desesperación termina acostándose con la prostituta rumana “Estábamos en la cama, cuando de pronto cruzó por mi cabeza una idea tremenda: la expresión de la rumana se parecía a una expresión que alguna vez había observado en María.”[…] “Marta y la prostituta han tenido una expresión semejante; la prostituta simulaba placer; María, pues, simulaba placer; Marta es una prostituta.”. Los razonamientos paranoico-delirantes de Castel ya están en marcha y los resortes más ocultos de su cerebro ya lo mueven hacia una drástica solución final. “Mi cerebro funcionaba ya con la lúcida ferocidad de los mejores días: vi nítidamente que era preciso terminar y que no debía dejarme embaucar una vez más por su voz dolorida y su espíritu de comediante.”
Dentro de las interpretaciones habituales del trabajo de Sabato está la línea psicoanalítica. En ella se suele ver en la mujer del cuadro a la madre y el mar representaría el líquido amniótico. El papel dominante de los celos a lo largo de la novela representa el deseo infantil de afecto de la madre. Sabato también conocía y era devoto de la teoría del trauma del nacimiento de Karl Jung. Desde aquí la ventanita simbolizaría la salida de Castel del útero materno. Castel estaría del otro lado de la ventana. Un mundo frio en el que está encajonado dentro de su propio túnel y al ver llegar a María Castel siente interiormente que aparece esa figura materna salvadora. Estas imágenes maternas son constantes en las novelas de Sabato. En “Sobre héroes y tumbas” el chico protagonista (Martín) se sitúa frente a la imagen de Ceres, que es la diosa de la fertilidad y por lo tanto símbolo maternal supremo. Y desde luego no hay que olvidar lo más obvio, el propio cuadro se llama “Maternidad”.
Nota 1: Las imágenes pertenecen a la película de Antonio Drove "El túnel".
Nota 2: El apellido Sabato es de origen italiano (Calabria) y se pronuncia "Sábato" (esdrújula) pero se escribe sin tilde.
Esta sería la parte de la razón que no le es suficiente a Castel, ya que más adelante ese subconsciente desborda la tranquilidad que la razón y el orden habían instalado: “¿Cuántos de esos imbéciles habían adivinado que debajo de mis arquitecturas y de "la cosa intelectual" había un volcán pronto a estallar?”. No hay que olvidar que Sabato tuvo su propio punto de escape en el mundo de la ciencia, que según el mismo ha reconocido repetidamente era para él un lugar “limpio” que le permitía olvidarse de sus “demonios internos”. Un lugar donde todos los números discurrían ordenadamente en un cosmos con un sentido propio, hasta que el propio Sabato tomó conciencia de que debía afrontar lo que realmente era y lanzarse al “vacio” de la escritura. Un lugar en el que no sabía cual sería su siguiente paso, o si incluso podría llegar a darlo.
En ese momento que Castel observa a María prestar atención a la escena de la ventana todo cambia para él. “Durante los meses que siguieron, sólo pensé en ella, en la posibilidad de volver a verla. Y, en cierto modo, sólo pinté para ella. Fue como si la pequeña escena de la ventana empezara a crecer y a invadir toda la tela y toda mi obra.”. Este nuevo estadio es el que lo alejará definitivamente de su anterior vida hasta afrontar lo que realmente es, y afrontar lo que es significa ir hacia María. Aunque esta última cita es muy significativa en cada palabra lo que más me interesa es la parte de “sólo pinté para ella” porque significa mucho. Si el odio es ir en contra de algo, su opuesto que es el amor es ir a favor de algo y no hay forma más intensa de hacerlo que desde aquí. Aquí me vuelve a la cabeza la descripción de Stendhal del amor (ya comentada en: Stendhal y la teoría de la cristalización en el amor) con una de sus características, la de que el centro de atención pasa exclusivamente hacia el objeto amado, dejando el resto del universo como irrelevante. Una ejemplificación muy conocida de todo este proceso se ve claramente en la época del album “Layla” de Eric Clapton. Escuchando sus discos se ve la “transformación” de su forma de tocar. No sólo por la mayor producción creativa, con canciones extendidas en interminables solos, sino sobre todo por la mayor profundidad que su forma de tocar había alcanzado por aquella época.
Después de llegar a este punto Catel ya no va a sentirse vivo simplemente desde su trabajo, ahora ya necesita llegar a su otro yo.” -¿Entonces la recuerda? Se quedó un momento sin hablar, mirando al suelo. Luego dijo con lentitud: -La recuerdo constantemente.”[…] “-Lo importante, lo verdaderamente importante, era que recordaba la escena de la ventana: "La recordaba constantemente." Estaba contento, me hallaba capaz de grandes cosas”. Unos tenues momentos en los que el mundo tiene sentido para Castel, la práctica totalidad del resto de la novela es una lucha por superar el absurdo o es el mismo reconocimiento del fracaso por poder superarlo. Aquí, como en otras novelas suyas, el asesinato es la única solución final. La aniquilación.
Después de todo ¿qué es la escena de la ventana? ¿qué significa?. Cuando se hace una operación matemática todo es claro e irrefutable. Con nexos como la escena de la ventana las confirmaciones vienen de lugares más profundos del inconsciente. Castel también siente la necesidad de confirmar si su trabajo es verdadero o fruto de vanas ilusiones. Nada mejor que confirmarlo con María, que además de encontrar un juez veraz le permite ver lo que une a ambos. “—¿Y usted cree que esa escena es verdadera? —pregunté. Casi con dureza, afirmó: —Claro que es verdadera.”. Quedan así los cabos atados.
Desde esta prueba inicial en la que María se postula como la reconocedora de la escena seguirá siendo la mujer de la ventanita durante la mayor parte de la novela. Las indagaciones de Castel irán en aumento desde este comienzo hasta llegar a los extremos más absurdos de razonamientos paranoicos motivados por el propio carácter de Castel y por las actitudes equívocas que tiene María hacia él. Finalmente sus investigaciones le terminan por llevar a un plano en el que María ya no es la mujer de la ventanita o peor incluso podría serlo pero esa mujer no es la imagen pura que tenía en la cabeza. Las alcantarillas son unas imágenes recurrentes en varias novelas de Sabato. Las alcantarillas están siempre debajo de nosotros llevando toda la podredumbre de lo que somos y además tienen como cualidad la de estar ramificadas en muchos hilos laberínticos que las unen en su podredumbre. Castel lo comprende cuando en su desesperación termina acostándose con la prostituta rumana “Estábamos en la cama, cuando de pronto cruzó por mi cabeza una idea tremenda: la expresión de la rumana se parecía a una expresión que alguna vez había observado en María.”[…] “Marta y la prostituta han tenido una expresión semejante; la prostituta simulaba placer; María, pues, simulaba placer; Marta es una prostituta.”. Los razonamientos paranoico-delirantes de Castel ya están en marcha y los resortes más ocultos de su cerebro ya lo mueven hacia una drástica solución final. “Mi cerebro funcionaba ya con la lúcida ferocidad de los mejores días: vi nítidamente que era preciso terminar y que no debía dejarme embaucar una vez más por su voz dolorida y su espíritu de comediante.”
Dentro de las interpretaciones habituales del trabajo de Sabato está la línea psicoanalítica. En ella se suele ver en la mujer del cuadro a la madre y el mar representaría el líquido amniótico. El papel dominante de los celos a lo largo de la novela representa el deseo infantil de afecto de la madre. Sabato también conocía y era devoto de la teoría del trauma del nacimiento de Karl Jung. Desde aquí la ventanita simbolizaría la salida de Castel del útero materno. Castel estaría del otro lado de la ventana. Un mundo frio en el que está encajonado dentro de su propio túnel y al ver llegar a María Castel siente interiormente que aparece esa figura materna salvadora. Estas imágenes maternas son constantes en las novelas de Sabato. En “Sobre héroes y tumbas” el chico protagonista (Martín) se sitúa frente a la imagen de Ceres, que es la diosa de la fertilidad y por lo tanto símbolo maternal supremo. Y desde luego no hay que olvidar lo más obvio, el propio cuadro se llama “Maternidad”.
Nota 1: Las imágenes pertenecen a la película de Antonio Drove "El túnel".
Nota 2: El apellido Sabato es de origen italiano (Calabria) y se pronuncia "Sábato" (esdrújula) pero se escribe sin tilde.
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